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Las mujeres podrían mandar en el Congreso

Más allá de los gritos necesarios contra la violencia machista, la brecha salarial y el resto de abusos anclados en la dominación masculina, debe preocuparnos también la búsqueda de soluciones eficaces, inmediatas y legales dirigidas al núcleo del problema.

Puede que tengamos al alcance de la mano el argumento que romperá el bucle que ralentiza el avance femenino hacia el poder. Esta semana se ha sabido que los líderes emergentes, Iglesias y Rivera, quizás cicatrizadas con la sal de sus fracasos las heridas que sufrieron en el café-trampa de Nou Barris, están por fin de acuerdo en algo importante: implantar la limitación de mandatos. Me refiero a esa ley que tan responsable es de qué Obama no haya podido repetir en la Casa Blanca como de que Trump no pueda hacerlo más de una vez, el destino no lo quiera. Pero no lo es de qué los americanos hayan metido en las últimas urnas sus deseos más inconfesables. Un cambio legal muy conveniente en cualquier democracia, pero que debería haberse implantado hace cuarenta años en un país como el nuestro que, durante los cuarenta anteriores estuvo sometido a la violencia de un mismo dictador.

La lógica nos dice que si los altos cargos están mayoritariamente en manos de los hombres, al establecerse una limitación del tiempo durante el que se puedan ejercer aumentarán las posibilidades de que algunas mujeres ocupen una parte de los puestos que queden libres. Pero las desigualdades pueden resolverse de dos maneras: o al ritmo que impongan los hombres, privilegiados por el statu quo, o al que resulte de la lucha que declaren, si se atreven, las mujeres.

Si las líderes femeninas estuvieran sinceramente decididas a luchar por la cuota de poder que reclaman, disponen hoy de una oportunidad de oro, y quizás irrepetible, para incrementar significativamente su fuerza parlamentaria sin necesidad de celebrar nuevas elecciones. De esa forma evitarían las batallitas para conseguir puestos de salida, una escaramuza en la que hasta ahora han sido derrotadas por los hombres. La solución está escrita en las páginas 34487 a 34762 del BOE número 126, publicado el día 25 de mayo de 2016.

Tras los resultados electorales del 26J el Congreso quedó compuesto por 214 hombres y 136 mujeres. Es decir, ellas ocupan en este momento el 39% de los escaños. Realizado un tedioso chequeo a las citadas páginas del BOE, en las que se publicaron todas las candidaturas electorales, si las líderes femeninas se deciden a presionar sin descanso a las direcciones de sus propios partidos hasta conseguir que todos los actuales diputados y diputadas dimitan ordenadamente y sean sustituidos/as por los/as siguientes componentes de las listas, el Congreso pasaría a estar compuesto por 155 hombres y 195 mujeres. Es decir, las mujeres conseguirían superar el 55% del poder parlamentario, sin contar el Senado, que tampoco estaría de más que aprovecharan para eliminarlo.

En defensa de esta propuesta, que algunos calificarán de aberrante, siguen disponibles en Internet las editoriales de los medios más leídos y las declaraciones de personajes muy respetables que, antes del 26 de junio, reclamaban la dimisión de los cuatro líderes principales por su incapacidad para ponerse de acuerdo y evitar la repetición electoral. Al final, la única cabeza que se cobraron fue la de Sánchez, y el futuro no ha escrito aún ni el borrador.

Tras el “descubrimiento” de este vuelco “sexual” que podría suceder en el Congreso, la tentación es especular sobre el arrinconamiento de las mujeres a la hora de componer las listas y otras evidencias. Pero es preferible ser prácticos y analizar las consecuencias de un nuevo escenario que, si las mujeres se lo propusieran de verdad, podrían alcanzar. Quién no recuerda a las heroínas del “No es no” el día de la investidura de Rajoy. Aunque el porcentaje total de mujeres en el grupo parlamentario socialista es del 41%, las que se atrevieron a negar su abstención cómplice alcanzaron el 60% del total de los quince rebeldes del PSOE. Es decir, ellas fueron un 50% más valientes y obstinadas que ellos.

Para tranquilizar a quienes acusen de antidemocrática la propuesta de relevo completo del Congreso, es necesario recordarles que las listas se presentan bloqueadas y cerradas, por lo que los electores no pueden elegir a quienes se sentarán en los escaños. Además, la ley contempla la posibilidad de dimisión de los electos y sustitución por quienes les sigan en las papeletas, por lo que no se vislumbra la menor irregularidad.

No sería menor, de conseguir el éxito de esta movida, la satisfacción por no tener que realizar nuevas elecciones, que serían vistas como producto del capricho o la incompetencia de los políticos, y siempre tirando del dinero fácil de los impuestos. Ciertamente, con la propuesta planteada ningún grupo mejoraría ni empeoraría su poder parlamentario, pero tampoco una nueva convocatoria, que Rajoy podría provocar a partir de mayo si no le gusta gobernar en minoría, garantiza un resultado distinto. Y menos aún uno que resulte a gusto de todos los votantes.

Además, es seguro que, para una reivindicación tan osada, las mujeres conseguirían el apoyo de muchos hombres. Sería una tranquilidad tener un Congreso sin los diputados más cargantes de todos los partidos, que personalizaremos en Rafael Hernando por haber llamado con muy mala intención hienas a los periodistas, siendo como son ambas especies tan necesarias para la vida y la democracia. A ese gusto se sumaría la curiosidad por conocer las vidas y los milagros de 350 diputados/as, todos/as nuevos/as.

También vinculado al relevo masivo que implica la idea, hay que reconocer que la propuesta gozaría de la simpatía de muchas personas generosas, pues por fin los segundones de los partidos tendrían la oportunidad de disfrutar de la política al más alto nivel y, además, cobrando una buena paga. Y a las personas relevadas de los escaños, muchas de las cuales llevan varias legislaturas, un periodo de regreso a su mundo cercano sería de lo más positivo para facilitar esa regeneración política de la que tanto se presume.

Abundando en las bondades principales de una limitación de mandatos lo más amplia posible es necesario insistir en que, gracias a las rotaciones que provoca, constituye una vacuna muy eficaz contra la corrupción, pues la proliferación de este cáncer es directamente proporcional al tiempo que los políticos permanecen en los mismos cargos. Gracias a la situación actual, crean y consolidan contactos e influencias y tejen intereses de lo más particulares.

Y por último, desde el punto de vista de los efectos colaterales, en este caso beneficiosos, no creo que quepa duda alguna sobre la repercusión mediática del poderío femenino que significa el solo hecho de lanzar una acción de este tipo, y no digamos si triunfa. Cual aviso a navegantes, trabajaría por un mayor respeto hacia las mujeres por parte de los hombres, tantas veces convertidos en sus enemigos a muerte.

Si la voluntad por implantar la limitación de mandatos en el ámbito parlamentario triunfara y, por ejemplo, se ejecutaran dos rotaciones durante esta legislatura de cuatro años, cada uno de los tres grupos de parlamentarios podría estar debatiendo y aprobando leyes durante 16 meses seguidos. El primer relevo masivo se debería producir en octubre próximo y, el segundo, en febrero de 2019. También tenemos la simulación para esta segunda eventualidad y, en este caso, las mujeres retrocederían hasta el 45% de los escaños, más favorable no obstante que la situación actual. La buena noticia para todos menos para el PP es que este partido se quedaría con 129 escaños, perdiendo ocho. Según el BOE citado, no presentaron suficientes candidatos para cubrir dos relevos en las circunscripciones de A Coruña, Ceuta, Madrid y Salamanca. Aunque, si se rindieran ante la reclamación femenina, quizás les permitirían mantener los 137 alcanzados el 26J.

Actualizado: 14 de marzo de 2022 none

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