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Subir marcha atrás a Lluc

Que las cosas no siempre son justas es de cajón. La Justicia, lo que entendemos por aquel principio inamovible que no casa con la Ley, es subjetiva y, por tanto, nunca será del agrado de todo el mundo. Entendemos que las leyes no siempre son justas y asumimos que no puede haber Justicia sin Ley ni Ley sin Justicia. Añadan aquí todos los peros y matices que consideren. Así como la Justicia es férrea en nuestra psiqué, la Ley es laxa y admite interpretación, lo que conlleva que algunas sentencias se adentren en oscuros callejones de difícil comprensión y menguada lógica. El sistema tiene fugas de razón y permite escapatorias imposibles, si bien es el único sistema que tenemos y debemos trabajarlo para que hacerlo más eficiente y ajustado en la medida de lo posible a los conceptos de Ley y Justicia.

No faltan los que consideran que la Ley, más que laxa, es la gomilla de un tanga que acaba oliendo mal porque se cuela en la raja del culete y que se puede estirar como la jeta de Karl Lagerfeld, que más que un careto parece una pista de patinaje. Son los que exigen el cumplimiento de la Ley para los demás cuando para ellos vale todo. Son los que se permiten estirarla, retorcerla, mancillarla y pervertirla según sus intereses. Tapan sus miserias con artificios imposibles. A ver, subir al santuario de Lluc con el coche en marcha atrás no le brinda a uno mayor pericia al volante, a lo sumo le otorga el honor de descubrir una nueva forma de hacer el gilipollas. Pues esto es lo mismo, no por mucho retorcer la Ley se logrará nada más que la hipocresía del que mide en kilómetros los errores ajenos y en milímetros los propios. Todos aceptan la Ley hasta que les toca acatarla...

Primer ejemplo de retruécano: las «fuerzas del cambio» de Parlamento de las Islas Baleares —o sea: PSIB-PSOE, MÉS per Mallorca, Més per Menorca o cómo coño se vayan a llamar a hora que dicen que se piran, y Podemos— deciden que pasan de acatar las repetidas sentencias y que no les sale de las pelotas apoquinar el concierto educativo que les corresponde a los colegios del Parc Bit de Palma. Consideran que son escuelas del Opus y que, por tanto, ni un euro para ellos. Claro, los religiosos adoctrinan y son malos, malísimos. Mientras tanto, en la Universidad de las Islas Baleares se toleran homenajes antidemocráticos al payaso revolucionario de chiquipark Valtonyc, y el conseller responsable de Educación, Martí March, no toma medidas contra las escuelas públicas que invitan y permiten que el rapero— qué difícil se me hace llamarlo rapero cuando lo comparo con Run DMC o Die Antwoord—  se pasee entre alumnos prepúberes explicando sus hazañas. Puto problema tienen con la Ley los sectarios.

Otra de traca. Anda mosqueada Angélica Pastor, la regidora de Seguridad Ciudadana de Palma, porque los bomberos se le han sulfurado, pintarrajean camiones y utilizan vehículos y enseres para sus protestas contra el Ayuntamiento. Dice la Pastor que no permitirá el uso de material público en las protestas. Ah, claro.... ¿Y qué hacían los profesores de las camisetas verdes en las escuelas sino más que  utilizar sus horas de trabajo que pagamos todos y los edificios públicos para montar el jari? Entonces a toda la izquierda le parecía bien, tan bien que los apoyaban y que se cargaron la Ley de Símbolos. Angélica, tienes razón, pero te jodes. Lo que vale en un sitio, vale en otro.

Un ejemplo más del continuo retorcimiento de la Ley lo ha puesto Antoni Noguera, número dos del Ayuntamiento de Palma y futuro alcalde de la capital para desgracia de los que le votaron y de los que no. Noguera debe haber estudiado en la universidad de Pyongyang a juzgar por la vena totalitaria que se le pone en el cuello cuando habla de alquiler turístico. ¿No sale el colega y dice que porque le sale del flabiol se prohíbe el alquiler turístico en la ciudad? Se la ido la pinza, cree ser el Juez Dreed, ese personaje de cómic que actúa con infinito poder como policía, juez, jurado y verdugo.  Al final ha tenido que recular porque semejante soberbia solo es posible en países tan avanzados como Corea del Norte, Somalia o Suazilandia.

Los que extorsionan y retuercen la Ley se quedan sin argumentos cuando, a pesar del maltrato a la que la someten, no pueden camuflar su bajeza intelectual y política. Uno de mis consellers favoritos, el tipo con pinta de buenazo campechano de Vicenç Vidal, se lanza a la pelea de patio de colegio para recurrir al «y tú más» cuando no puede defender lo indefendible del contubernio de los contratos fraccionados y demás mandangas concedidos a Jaume Garau, jefe de campaña y dicen que ideólogo de MÉS. Vidal, que no sabe por dónde salir, arremete contra el PP y les acusa de haberse ido de putas con dinero público. Pues muy bien, pero eso no explica lo de Garau. El conseller es otro de esos que sube marcha atrás a Lluc.

Por cierto, un inciso: ¿qué tiene Armengol contra las conselleras menorquinas de Cultura que ya se ha cargado a dos? No creo que en Menorca queden valquirias dispuestas a que les corten la cabeza.  Si la cuota dice que tiene que ser hembra y de Menorca, para mi que la próxima consellera —con todo el respeto al futurible Toni Verger— va a ser una vaca frisona porque no van a encontrar a mujer alguna dispuesta al sacrificio ritual de «no has hecho nada malo, pero te inmolas porque hay que salvarle el culo a Biel Barceló».

Si el fin de semana, por aquello de la devoción, piensan visitar el santuario  de Lluc, tómenselo con paciencia. En la revirada carretera se encontrarán un montón de ciclistas —respétenlos aunque molesten, a un tipo con huevos para subir una montaña pedaleando hay que tenerle un respeto— y una larga procesión de políticos que peregrinan en coche marcha atrás.

Actualizado: 14 de marzo de 2022 none

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