La presidenta, el vicepresidente, un número insólito de consellers y otro mayor de compromisos reunieron no hace tanto a los medios de comunicación para dar cuenta de la apertura de los jardines de la residencia estival de los Reyes y no se privaron de apelar a la grandilocuencia para situar su éxito político. Sonreían satisfechos por poder dar a entender cómo habían doblegado a la mismísima Casa Real para alcanzar sus objetivos, tan republicanotes ellos. Además, por un combo de dinero, por encima de los 300.000 euros entre remodelación de la zona visitable del recinto, medidas de seguridad y mantenimiento.
Durante el tiempo de observación de la puerta del palacio de Cala Major, casi dos horas de un día apacible y soleado, propicio para el paseo, nadie, ni una sola persona, cruzó el umbral del real sitio. A bote pronto, puede haber dos razones para tamaño desinterés: o los mallorquines somos unos desagradecidos incapaces de valorar la grandeza de las decisiones de nuestro Govern; o no había para tanto y una vez superada la novedad, el boca-oído ha expandido la realidad del escaso interés de los árboles y plantas de Marivent, y es una lástima por las esculturas de Joan Miró que aportan un plus más que notable a la visita. Pero ni así. Ni cruceristas, ni turistas de a pie, ni locales. Nadie.
El comprensible aburrimiento del vigilante es la evidencia de un fracaso carísimo.
