Nadie, con un mínimo de sentido común, duda del fracaso estrepitoso del modelo educativo que instauró la izquierda socialista y que ha llegado hasta estos días. Es, por tanto, necesario cambiar el modelo. Esto lo dicen todos. Pero, de verdad, la izquierda real de este país, ¿está decidida a introducir ciertos cambios en el modelo que nos ha impuesto durante tantos años? Personalmente, lo dudo.
Si algo aparece como cierto es que, de hecho, no se camina en la dirección de la reforma. La clase política que nos representa anda, de momento, enredada en lo innecesario e inútil, en el circo y el espectáculo. Parece que les divierte perder el tiempo. Eso sí, luego –después de tanto desborde del respeto más elemental- tendrán la excusa perfecta para no entenderse en lo importante, en la reforma educativa, por ejemplo.
Aunque parezca repetitivo, hay que insistir: sólo una mejora sustantiva en materia educativa permitirá a los ciudadanos una vida mejor y la oportunidad de dar un salto social a las clases más desfavorecidas. Es seguro que una inmensa mayoría de españoles piensa así. Muchos de nosotros pasamos de contemplar cómo nuestros padres destripaban terrones a ganar una cátedra universitaria. El secreto no es otro que el esfuerzo y el modelo educativo entonces imperante. Podrá no gustar esta realidad, pero es innegable. El conocimiento, la formación y la preparación siempre han sido y son el punto de partida más sólido para triunfar en la vida.
Este planteamiento fue desechado por la izquierda, empeñada, obsesivamente, en igualar a los ciudadanos por abajo. Se bajó, por su impulso, el nivel de exigencia en todos los ámbitos. La consecuencia fue evidente, salvo para la izquierda, ajena a la realidad: el pésimo nivel de la educación, incluso a nivel universitario. Es muy triste tener que reconocerlo. Pero las cosas son así: Parece que nos aferramos -frente a todo el mundo- a la idea de optar por la mediocridad y renunciar a la excelencia. El efecto –salvo para quienes no quieran verlo- es obvio: se impulsa una sociedad integrada por miembros que ignoran casi todo, culturalmente hablando, que sólo saben de derechos y que no quieren ni oír hablar de deberes y responsabilidades. Actitud que se pretende hacer valer en el campo laboral y profesional, en el social, político y familiar, y hasta en el personal. Así nos luce el pelo.
Una buena muestra del ‘desbarajuste’ en que estamos inmersos, la puedes obtener -estimado lector- si valoras críticamente lo que, en materia educativa, nos han ofrecido las instituciones en Mallorca en los últimos tiempos. Nuestra Universidad, por ejemplo, no ha salido prestigiada en el caso ‘Minerval’. Menos aún, por los mediocres programas de futuro en las recientes elecciones a Rector. E, incluso, su posición en los exámenes de selectividad es para salir corriendo. Si te entretienes un poco en la Consellería de educación, advertirás a quien sirve y para qué. Desde luego, no está para garantizar los derechos de los padres en materia educativa. Si, por último, diriges tu mirada a las fuerzas políticas, me temo que no están por la labor, al menos las que sustentan el Govern. Tampoco lo está ni se espera el PP, víctima, por cierto, de sus errores y complejos. Total: que, en materia educativa, no se puede esperar nada de nada. Sólo C’s ha mantenido una actitud coherente.
El problema, en definitiva, es grave. El problema es, sin duda, de modelo educativo. ¿Se hará un cambio con el consenso de todos? Tú mismo.