Acto seguido viene la pregunta inevitable: ¿Habría ocurrido algo parecido antes de las patadas autoritarias a los votantes catalanes del 1 de octubre? Quizás aquellas escenas, por sí solas, no hubieran podido convertir en prepotentes a unos profesionales acostumbrados a tratar con clientes a veces estresados. ¿Puso la guinda el discurso de Rajoy por boca de Felipe VI, tres días después? Bien pudo ser eso. Sí fue capaz de provocar la mayor caída del Ibex 35 desde el Brexit, que ya fue caer, ¿a cuántas mentes viles no habrá convertido en osadas contra los débiles?
El clima creado por tantos insultos y tantas amenazas físicas y verbales contra las minorías desarmadas, hoy la catalana, ha multiplicado la masa de silencios ocultos que rebosa hasta en los aviones. En medio de este miedo, cada vez menos sutil, flotan preguntas a las que ningún concernido se atreve a dar respuesta: ¿Porqué PSOE, Podemos y nacionalistas, que suman la mitad mas dos de los diputados sin contar siquiera los de Bildu, no se ponen de acuerdo para librarnos de tanto peligro? Si, lo de la moción. ¿No resolverían mejor esos tres grupos sus propias pretensiones expulsando la violencia como idioma para entenderse? Si no lo hacen pronto, la sociedad lo aprenderá también y será el caos.