O eso dicen, pero no me lo quiero creer.
No me apetece justificar las tantas atrocidades que suceden día a día en nombre del amor, del sexo o de la necesidad de posesión. No me apetece justificar el maltrato, la violación, el asesinato. No quiero pensar “se lo ha buscado”.
El otro día llegó a escandalizarme una noticia que explicaba cómo la chica violada en San Fermín por ‘la manada’ llevaba una vida “normal”. ¿O qué me decís de la mujer que murió en Elda (Alicante) a manos de su ex pareja, que tenía una orden de alejamiento, asesinada en la puerta del colegio de su hijo?
Y aún más se me hiela la sangre al escuchar las historias de tantas mujeres que han sido víctimas de malos tratos. Yo conozco a unas cuantas, si se me permite la impertinencia. Algunas de mis amigas más cercanas han pasado por estos. ¿Cuántas han denunciado? Ninguna. ¿Tomaron una decisión cobarde al guardarse su historia para ellas? No lo creo. Visto lo visto, las medidas de seguridad que existen para proteger a las mujeres son relativamente nulas cuando uno está “loco por ellas”.
Con un poco de suerte, se alejan.
Así continúa el espiral, cada vez más profundo, de inconsciencia ante esta lacra social. Porque la justicia no es del todo acertada y aún hay mucho por lo que luchar. No nos olvidemos de todas las mujeres que viven con esa carga. No nos olvidemos de lo necesario que sigue siendo hoy en día celebrar un día en contra de la violencia de género.
Yo las quiero libres. Libres para decidir seguir adelante, para decir “no”, para continuar con vida. Nos quiero libres.
