Tras el encuentro entre Felipe VI y Pedro Sánchez en Marivent, la guionista y colaboradora de CANAL4 Diario, Susana Hernández, recrea la que podría haber sido la conversación entre ambos mandatarios...
El rey Felipe VI y el presidente del gobierno en funciones, Pedro Sánchez, se reúnen en el Palacio de Marivent para dar lugar al llamado “despacho con el rey” y poder así hablar de los acontecimientos políticos actuales que han llevado al estrepitoso fracaso de Sánchez en su intento de investirse como presidente del país.
Ambos hombres se encuentran en una de las salas de audiencia del palacio y conversan sobre el tema mientras degustan una taza de té.
PEDRO
(Terminando de exponer sus argumentos)
Y por ello el objetivo que perseguimos desde el partido es formar un gobierno a la portuguesa, en el que Podemos nos apoye de manera totalmente externa, tal y como ocurre con António Costa en Portugal; quien ha logrado convertir el país en un modelo envidiable.
El rey se mantiene en silencio, reflexionando sobre las palabras de Sánchez.
FELIPE:
(En tono de advertencia)
Lo que dices suena muy bien, Pedro, pero no creo que sea más que una utopía. ¿De verdad esperas conseguir así el apoyo del partido de Iglesias? Te recuerdo que solo tienes hasta el 23 de septiembre…
PEDRO:
(Orgulloso de su trabajo)
Lo sé, majestad, y eso no supone problema alguno. Creo que la clave para que Podemos ceda es centrarme en los colectivos sociales. Ya me he reunido con diferentes colectivos feministas, ecologistas, educativos, juveniles e incluso contra la despoblación; y mañana tengo previsto comenzar con los sindicatos.
FELIPE:
(Dubitativo)
No lo sé, Pedro, no termino de verlo. Estos últimos meses han consistido en una espiral en la que ellos pedían tocar algo de gobierno y vosotros se lo negabais. Así una, y otra, y otra vez. No creo que todas estas reuniones sirvan para cambiar este hecho.
(Suspira)
¿Entiendes la que tengo liada en casa? Ya tuvimos que retrasar nuestro viaje a Mallorca por tu sesión de investidura y ahora me veo obligado a mantener contigo esta reunión en lugar de estar con mi familia… Letizia está que muerde.
(Duda si seguir hablando. Al final opta por continuar)
Joder Pedro...¡Si has llegado con una hora de retraso! Al menos Rajoy avisó que tenía lumbago y no llegaba a la hora prevista, pero tú... Luego el marrón por comer tarde me lo tengo que cargar yo, que Letizia en esto es muy estricta.
PEDRO:
No, si le entiendo, me pasa lo mismo con Begoña. ¡Me tiene con el palacio de las Marismillas hasta las narices! Pero yo no puedo decidir todavía si nos vamos o no de vacaciones, ¡con el ajetreo que tengo encima! Porque ahora es reunirme con usted, majestad, pero por la tarde tengo que verme también con Francina Armengol, la presidenta del Govern balear. ¡Para Begoña ya es un día perdido!
FELIPE:
Claro, a ella tampoco debe hacerle mucha gracia que estés aquí conmigo en lugar de con ella y las niñas. ¿Cómo era que se llamaban?
PEDRO:
(Sonríe)
Ainhoa y Carlota. ¡Están enormes ya!
(Baja la cabeza)
Y sí, la verdad es que paso muy poco tiempo con ellas y a mi esposa no le hace mucha gracia. Mira que nunca se interpone en mi vida política, pero en cuanto roza lo más mínimo la personal…
FELIPE:
(Viendo su oportunidad)
¿Y cómo crees que se pondrá si se termina el plazo para tu investidura y se convocan nuevas elecciones? Pedro, que estamos los dos igual, que yo no puedo tener a Letizia así hasta noviembre. ¡Cómo tengamos que iniciar una nueva ronda de contactos me mata!
PEDRO:
Tiene razón... Es imaginarme esa situación y se me ponen los pelos de punta.
FELIPE:
(Levantándose)
¿Tenemos claro entonces que lo mejor es encontrar una solución antes de ir a elecciones?
Pedro Sánchez asiente. Sus ojos son la prueba de que en su cabeza rezuman mil ideas en ese momento.
El rey sonríe y le da una palmada en la espalda, agradecido.
FELIPE:
Bien, son casi las tres. Ahora es la rueda de prensa, ¿qué te parece si seguimos hablando del tema en el almuerzo? Por supuesto será algo oficial, es más que nada para que los medios nos vean.
(Hace una pausa, ante el silencio de Sánchez)
¿Puedo confiar en ti, Pedro?
PEDRO:
(En un tono de voz muy bajo)
Por supuesto que sí, majestad.
Ambos líderes se estrechan la mano y salen del despacho de audiencias. Aunque el cómo aún es incierto, tanto el uno como el otro tienen muy claro el porqué de la necesidad de formar gobierno: sus esposas pedirán sus cabezas si eso no sucede.
