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El estado niñera

Hace unos días, la prensa publicaba la noticia de que la Dirección General de Tráfico del ministerio del Interior había empezado a hacer pruebas para poner en marcha un servicio (¿servicio?) de vigilancia de tráfico mediante drones, para desde ellos multar a los conductores que incumplan la normativa. Las primeras pruebas están teniendo lugar en Canarias. Tráfico aduce que de esta manera podrá vigilar las carreteras con costes mucho menores que los que supone un helicóptero.

Los técnicos responsables de desarrollar esta iniciativa explican que el dron permite aplicar casi todo tipo de sanciones excepto las que hacen referencia a exceso de velocidad porque, por el momento, no disponen de un mecanismo que valide la certeza de los datos. Así y todo, la cantidad de sanciones que se pueden aplicar desde estos aparatos es considerable, como los adelantamientos con raya continua, tirar basura desde el coche, sacar la mano por la ventanilla --como en un anuncio célebre-- y viajar en el vehículo sin camiseta.

¿Viajar sin camiseta? Yo no recordaba que estuviera prohibido ir en coche sin camiseta. Al parecer, nuestro legislador está convencido de que la indumentaria puede tener alguna influencia en la conducción o en la seguridad en la vía pública. Por el momento sólo se exigen no viajar con el pecho al descubierto pero, puestos a considerar el impacto que puede tener el torso de un conductor, no sé yo por qué no habrían de restringir ciertas prendas, capaces de distraernos. Quizás todo sea posible en el futuro.

¿Por qué una norma legal ha de decirnos cómo hemos de vestir dentro de nuestros propios coches, cuando eso carece de efectos sobre la seguridad en la vía pública?

A mi modo de ver, este exceso no es un tema menor sino la visualización de cómo el legislador se entromete en lo que no tiene nada que ver con su función, volcando su subjetividad en la ley. En España, colectivamente no tenemos una idea clara de si el estado debe o no llevarnos de la mano, protegernos, advertirnos, salvarnos de los incontables riesgos que tiene la vida. ¿Por qué una norma legal ha de decirnos cómo hemos de vestir dentro de nuestros propios coches, cuando eso carece de efectos sobre la seguridad en la vía pública? No me digan que, puestos a tomar medidas, no sería más coherente que se prohibiera la venta de coches capaces de circular a más de 150 por hora, habida cuenta de que en todo el país no existe un solo lugar por el que se pueda circular legalmente a esta velocidad.

En sentido opuesto, en ocasiones el estado parece considerarnos mayores y permite, e incluso permite que se fomente, el juego de azar, el alcohol o el consumo de sustancias estupefacientes, considerando que estamos preparados para decidir qué hacemos de nuestras vidas, que tenemos la información suficiente y que cuando nos metemos en estas experiencias sabemos qué hacemos.

Las sociedades contemporáneas se debaten entre dos modelos de estado: el que hace de niñera y cuida de que no nos pase nada –y nos prohíbe fumar o nos obliga a ir en coche con camiseta-- y el opuesto, que considera que somos suficientemente conscientes de lo que hacemos y, por lo tanto, que cada uno asuma sus responsabilidades –el que nos deja arruinarnos jugando a las tragaperras o fumando porros--.

La cuestión de fondo es si la sociedad debe combatir aquellas prácticas, productos o actividades que puedan conducir a una persona a arruinar su vida

Lo curioso y realmente paradójico es que muchos que en unos casos defienden que el estado nos debe dejar hacer porque ya sabremos qué hacemos, en otros se oponen y nos dirigen como a niños; los mismos que defienden nuestra libertad de hacer lo que queramos, piden que el estado legisle prohibiendo tal o cual conducta. Y los mismos que proponen liberalizar prácticas que siempre se llevan por delante las vidas de los más incautos, ignorantes o alocados, son los más puristas en aquellas cuestiones que a ellos les parecen negativas.

La cuestión de fondo es si la sociedad debe combatir aquellas prácticas, productos o actividades que puedan conducir a una persona a arruinar su vida. Incluso, aunque aceptemos la idea principal, siempre nos queda la cuestión de determinar qué sí puede arruinarnos y qué no, qué supera nuestra capacidad para defendernos y qué no.

No obstante, todo siempre refuerza la necesidad de la educación como el mejor activo para entender el mundo. Justamente, lo que peor llevamos en nuestro país.

Actualizado: 14 de marzo de 2022 , , , , ,

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