Pero existe la fuerza del poder, que tantas veces arrincona a la del amor.
Aquí nadie se ha preguntado por qué motivo los días 22 de abril y 6 de mayo, durante los Pleno del Congreso para lo del Estado de Alarma, Baldoví habló desde su escaño, y Arrimadas también en el del día 6, primero al que acudía tras la ausencia por el embarazo.
Resulta que desde el 19 de abril había personas que solicitaban a la presidenta Batet y a varios diputados que quienes tuvieran que hablar lo hicieran desde sus escaños, como hacen siempre en las sesiones de control al gobierno, para evitar que el personal de limpieza subiera a desinfectar la tribuna cada vez.
A diferencia de los dos citados, los Sánchez, Casado, Abascal, Echenique, Asens, Rufián, Errejón, Borrás, Rego, Esteban, Aizpurua, Vehí, Oramas, Quevedo, Sayas, García Adanero, Mazón, Martínez Oblanca, Guitarte y Lastra rompieron a conciencia el cómodo pero conveniente confinamiento en sus escaños y acudieron a la notoria tribuna, a pesar de que, tal como expuso Baldoví el día 22, Meritxell Batet les había transmitido la petición.
El amor privado que a Ferguson le ha costado el cargo en UK se traduce aquí por público desprecio hacia la salud del currante, débil frente a tantos poderosos y poderosas a quienes los escaños convierten en costra esa piel que, en tantas ocasiones, aparentan tan fina.