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Justicia, moralidad y Derecho

Relacionarse a diario con los integrantes de una sociedad moderna puede conllevar en alguna ocasión a la generación de conflictos. Cada persona interactúa con los poderes públicos, entidades privadas e individuos de la manera que sienten mejor para sus fines, no siendo pocas las ocasiones en las que los intereses de las partes se ven contrapuestos creando situaciones de difícil resolución y que en muchas ocasiones, finalizan frente a un Juez en los tribunales. Al instante en que una persona percibe la conculcación de sus derechos, tiende a sentir que el agravio recibido es un acto inmoral e invoca la tutela judicial efectiva reconocida en el artículo 24.1 de la Constitución Española. Lamentablemente el periplo por los tribunales suele finalizar con una sensación de insatisfacción que no siempre contenta al demandante y por obvias razones, tampoco al demandado. ¿Se está acudiendo al foro correcto para solucionar los problemas? Nadie duda de la conveniencia de dirimir frente a un tribunal los litigios personales, no obstante ¿Cuál es la causa del profundo desazón e insatisfacción que muchas personas obtienen después de acudir al Juzgado?

Para obtener una respuesta satisfactoria a esta cuestión quizás deberíamos prestar atención al origen de las palabras moralidad, Justicia y Derecho.

El emperador bizantino Justiniano ordenó la compilación de todas las leyes vigentes en un código único

El concepto de moralidad podría decirse que deriva de la época del imperio romano dónde imperaban unas rectas normas sociales denominadas «mores maiorum» que podrían ser traducidas como «el deseo» o «la costumbre de los ancestros». Nuestros antepasados romanos disponían de un extenso listado de «virtudes» que todo buen ciudadano debía cumplir para ser respetado por sus semejantes. Este compendio de valores incluía un abanico que iba desde la fidelidad, la credibilidad o la piedad a la constancia y la virtud. Ese poso de honestidades éticas fueron derivando en lo que el común de los mortales percibía como «moral» y la violación de los deseos de los antepasados como un acto amoral.

Para llegar a la utilización de la palabra Justicia en el sentido amplio y de uso más común por parte del pueblo, deberíamos avanzar un poco en el tiempo pero manteniéndonos en otro evento sucedido en el corazón del imperio romano. La implantación del «corpvs ivris civilis» justinianeo. El emperador bizantino Justiniano ordenó la compilación de todas las leyes vigentes en un código único generando una especie de cuerpo de derecho civil. Este derecho quiritario había tenido una gran importancia para el crecimiento, desarrollo y expansión de la cultura jurídica romana siendo el «ivs civile» una magna obra de difícil superación en cuanto a originalidad y efectividad de sus postulados. La transliteración natural del concepto «ivs» a los lenguajes modernos no es otra que la palabra Justicia. No obstante, el espíritu del «ivs» era más de corte pragmático y algo alejado de la esencia del «mores».

La Justicia romana era clara, directa y efectiva. A cada acción se daba una solución concreta y a cada agravio un severo castigo, pudiendo éste llegar a ser físico o costar la vida al infractor. Es en este punto donde comenzamos a percibir un distanciamiento entre la Justicia del emperador y la moralidad de nuestros ancestros.

Pero, ¿Y el Derecho?

Pues aquí entra en juego la tradición occidental cristiana. El imperio había experimentado numerosos cambios sociales que le llevaron entre otras cosas a la aceptación del cristianismo como religión permitida dentro de sus fronteras. La eclosión del fenómeno religioso afectó a todas las instituciones del estado y por lógica también a la aplicación tradicional del «ivs civile» que había mantenido unas raíces mucho más cercanas al paganismo. El cristianismo concebía la aplicación del «ivs» como consecuencia de un actuar recto y valioso que permitiría llegar de una manera más rápida a la gloria divina. Este concepto se comenzó a perfilar como «directum» y que tenía como mayor novedad la aplicación indulgente cristiana de las penas romanas. Si un condenado a muerte recibía en lugar de la pena capital unos suaves latigazos, podía sentirse dichoso ya que había recibido la indulgencia del «directum». La idea de Derecho, destilado de una manera religiosa de entender la impartición de justicia, era cuestión de tiempo.

La doctrina dominante suele ir, salvo extraordinarias sorpresas, en un mismo sentido y los tribunales tienden a fallar en una misma dirección cuando la cuestión es relativamente pacífica

Esta ligera pincelada histórica nos ayuda a comprender la insatisfacción de la que hablábamos al principio del artículo. La gente obtiene insatisfacciones al acudir a los tribunales porque ante lo que parece un agravio moral «mores ancestrales», invoca a la Justicia «ivs justinianeo», y recibe en su lugar Derecho «directum»; esto quiere decir, aplicación estricta de lo tipificado en la ley.

A pesar de existir la ponderación judicial, sus señorías no acostumbran a despegarse ni un ápice del sentido de la legislación vigente, siendo común la utilización del conocido aforismo latino «ivra novit cvria» que refiere al conocimiento de la norma por parte del Juez. La doctrina dominante suele ir, salvo extraordinarias sorpresas, en un mismo sentido y los tribunales tienden a fallar en una misma dirección cuando la cuestión es relativamente pacífica y el legislador no realiza cambios imprevistos. Eso también es parte de la seguridad jurídica.

Se explica entonces la situación de incomodidad que puede recibir el ciudadano de a pie cuando reclama Justicia, dentro de lo que él comprende como moralidad y obtiene una simple sentencia recordándole lo que dice la norma del legislador. Para paliar la situación, sus señorías hacen una ingente labor de explicación en sus sentencias desarrollando los fundamentos de derecho en los que basan su fallo, pero un análisis de cualquier resolución judicial escapa a las pretensiones de este pequeño apunte. Se hace patente la valía de la maldición gitana en esta situación: Pleitos tengas, ¡Y los ganes!

Actualizado: 14 de marzo de 2022 ,

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