Según el Costumari Mallorquí, desde el 20 de julio, festividad de Santa Margalia, al 20 de agosto, día de Sant Bernat, el calor aprieta de forma más destacada en la isla. Este año, sin embargo, la meteorología ha ido por delante del santoral.
La canícula mallorquina, las semanas que van desde el 20 de julio al 20 de agosto, ha sido considerada siempre por las tradiciones orales mallorquinas como la época del año más calurosa. Lo que en Italia se denomina ‘ferragosto’.
Este 2022, sin embargo, la realidad meteorológica se ha adelantado a estas fechas. De hecho, el refrán “La monja (Santa Margalida) l’encén i el frare (Sant Bernat) l’apaga” no ha coincidido con los termómetros.
Este miércoles, Baleares ha roto su récord de ola de calor más larga desde que hay registros fiables en la Agencia Estatal de Meteorología. Con temperaturas 6 grados por encima de las habituales en estas mismas fechas de años anteriores, desde el pasado 13 de julio y hasta hoy mismo encadenamos alertas por temperaturas excesivas y riesgo extremo de incendios forestales.
Las anteriores grandes olas de calor fueron más cortas. Hasta ahora, las más largas registradas en el archipiélago habían acaecido entre el 29 de julio y el 3 de agosto de 2017 y la registrada entre el 27 de julio y el 1 de agosto de 2020, ambas de seis días de duración.
Pese a los errores del Costumari Mallorquí con el calor de este verano, hay que recordar que Santa Margarita fue una santa cristiana mártir. Dice la leyenda que un rey moro la secuestro, se enamoró de ella y quiso que Margalida también se enamorara de él, cosa que la futura santa rechazo de plano, se resistió y, cuando la situación ya era desesperada, se produjo el milagro: Dios la convirtió en nube y pudo escapar de su cautiverio y del empalagoso rey moro.
La existencia de Sant Bernat, por otra parte, fue menos fantasiosa. Se trata de un monje francés que creó la orden del Císter, que se extendió por toda Europa durante la Edad Media y llegó a Mallorca con los conquistadores cristianos del Rei Jaume Primer.
El aforismo “Sa Monja l’encén i el frare l’apaga” siempre formará parte de nuestro acervo finisecular, aunque luego el cambio climático o las olas de calor le quiten toda la credibilidad.
